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miércoles, 23 de febrero de 2022

¡Tambores de guerra!


Prólogo

 El rey Belegar Martillo de Hierro extrajo su hacha del cráneo del último de las alimañas skaven que asaltaron aquel día la recientemente reparada muralla exterior de la ciudadela de la superficie que daba acceso a Karak Ocho Picos. Cuando se disipó el humo de la artillería cercana pudo contemplar el campo de batalla. Las numerosas tropas de los skaven yacían destrozadas en montones aquí y allá hasta donde alcanzaba la vista y los estandartes de los hombres bestia ondeaban silenciosos entre amasijos de carne ensangrentada y parcialmente ennegrecida. El ejército goblin del clan Diente Podrido en cambio podía verse retirarse de manera ordenada en la distancia, o al menos todo lo ordenadamente que puede retirarse un ejército de chillones y asquerosos goblins nocturnos.

Los mercenarios imperiales que habían acudido a la defensa les tocó lidiar con los goblins, y aunque fueron arrasados, consiguieron retrasarlos lo suficiente como para que no lograran unirse en la cabeza de puente establecida por las alimañas skaven en la parte de la sección de la muralla donde él mismo se encontraba. Lo cierto es que Belegar nunca contó demasiado con los humanos, y éstos al menos habían sido marginalmente útiles en los acontecimientos.

Los regimientos enanos ofrecían en cambio una imagen gloriosa. Aunque reducidos en número y cubiertas de sangre las armas y armaduras que resplandecieron horas antes a la luz del alba, los guerreros apilaban cadáveres, remataban a ratas y perseguían a grupúsculos aterrorizados que huían en todas direcciones ignorando que estaban rodeados. Había que dejarles disfrutar unas horas, lo habían dado todo y mañana comenzarían los trabajos de reparación de la muralla dañada.

Mientras el rey Belegar estaba absorto en estos pensamientos, Krangi Barbaférrea, uno de sus edecanes se le acercó apresurado y sudando con cara de preocupación. Belegar y su pueblo, el clan Angrund, seguían vivos y desafiantes a pesar de estar rodeados por enemigos innumerables gracias a la superior astucia de Belegar, que había conseguido desbaratar los planes de los goblins nocturnos y los de skavens una y otra vez durante 25 años, así que consciente de lo arteras que son estas criaturas no había desplegado todo su ejército en la superficie sino que 500 enanos habían sido desplegados guardando los corredores en las profundidades, preparados por si a Skarsnik o Queek les daba por lanzar un ataque por la espalda con parte de sus ejércitos y Krangi Barbaférrea era uno de sus capitanes al mando de este contingente.

 

- ¿Qué nuevas me trae, señor Barbaférrea? - ¿Se ha producido algún ataque bajo la superficie?

- Errr… no, majestad, no exactamente. Krangi se veía notoriamente afectado por algo

- ¿Qué ha pasado? -Responded

- Mi señor, yo… no sabría explicaros lo que ha pasado con precisión. –Parece que acertasteis de nuevo en vuestra previsión de que había un ejército emboscado en las profundidades, una marea de goblins nocturnos avanzó sobre nosotros a toda velocidad. –Los regimientos de ballesteros y atronadores abrieron fuego varias veces mientras cerraba la distancia la horda causando numerosas bajas, mientras que los cañones órgano y los cañones lanzallamas que habíamos apostado en lugares estratégicos escupieron todo su odio contra los pieles verdes que avanzaban chillando enloquecidos. Krangi hizo una pausa.

- Continuad, por favor. Gruñó Belegar

- Una descarga así hubiese detenido cualquier otro ataque, las bajas que les inflijimos fueron… horrendas.

- Bueno, en ese caso les desharíamos al chocar contra nuestro muro de escudos. Aventuró Belegar, cada vez más impaciente.

- Sí, algo así, mi señor. – Las criaturas que llegaron a contactar con nuestros regimientos tenían las caras desencajadas por el terror, apenas ninguna portaba armas y ninguna escudos. – Chocaron contra nuestra línea sin preocuparse por defenderse y atacando con uñas y dientes con la sola pretensión de rebasarnos y llegar hasta la superficie. – Se enfrentaron a acero y corazones enanos, así que ninguna sobrevivió.

Belegar frunció el ceño y se le ensombreció aún más la expresión. –Sí que es extraño lo que decís. El rey quedó pensativo durante unos instantes y le dijo: -Podéis retiraros, señor Barbaférrea.


El verdadero relato de lo acaecido a los pies de la Puerta Este puede encontrarse en la descripción de Queek de la batalla...